Hace un par de semanas recibí la llamada de una amiga a quien aprecio mucho. Se había enterado de que se había abierto una vacante con su perfil en una empresa muy conocida del medio. Multinacional, entre las más grandes del sector y con unas prestaciones y utilidades importantes. Según me dijo, era su sueño trabajar en ella.
En efecto, su perfil ajustaba, así que pusimos manos a la obra y empezamos a gestionar su CV por contactos. Un par de llamadas y logramos que felizmente llegara “donde tenía que llegar”. Como su perfil estaba acorde con los lineamientos generales de la posición, la llamada por parte de la empresa no se hizo esperar y por ende la consabida cita para evaluaciones y una “pequeña” entrevista.
Me llamó feliz y exultante, preguntándome por su imagen personal al momento de presentarse a la cita, así que buscamos un conjunto formal y sencillo, de esos con los que no se puede fallar.
Conozco bien las exigencias de ese tipo de empresas en relación al personal que contratan, y para mí la preparación para ese “momento de verdad” era fundamental. Obviamente había que ir más allá, por lo que la animé a empezar una labor de investigación. Ingresar en la página web de la empresa, averiguar sobre su cultura y valores, ¿Qué información tenía sobre el cargo?, ¿Qué podría averiguar?, ¿Quienes la iban a entrevistar?, ¿Cómo hacerles saber que ella era la respuesta a la necesidad que tenían?. Le comenté de los altos estándares que manejaban, por lo que habría que cuidar cada detalle.
Me contestó que la cita era para evaluaciones y la entrevista muy pequeña. Aún así, la alenté a aprovechar cada segundo o minuto de interacción que pudiera tener con quien la había citado, la idea era llevarla hacia una segunda etapa, una entrevista más amplia, que normalmente se realiza cuando estamos en una instancia más avanzada del proceso. Cualquier esfuerzo que pudiésemos realizar para conseguir ese objetivo, estaría justificado. Su respuesta al otro lado de la línea, fue: “Pero, ¿Y si luego no me llaman?”.
La historia termina así: Se presentó, rindió sus pruebas, tuvo la “pequeña” entrevista y ya que estaba ahí, se generó la oportunidad de pasar unos minutos a una “pequeña” entrevista más, con el Gerente Corporativo de RRHH. Unas semanas después no había respuesta, así que le recomendé llamar a la empresa y pedir un feedback, para saber si el proceso ya había sido concluido, y en caso de que hubiesen seleccionado a otro candidato, que averigüe un poco más a manera de retroalimentación, para determinar áreas de oportunidad en su candidatura. Le indicaron que en efecto la vacante había sido llenada por medio de una promoción interna y se le había dado prioridad por factores obvios. Punto.
Pero más allá de la anécdota, me quedé reflexionando un tiempo sobre algunos puntos.
Así que Importante y Urgente, hay que salir de la zona de confort!!! Ese estado de comportamiento en el cual operamos de manera cómoda, casi por inercia, haciendo estrictamente lo justo para mantenernos en unas condiciones constantes, que no nos impliquen riesgo. Cómodo sí, el problema es que desde ese lugar no hay espacio para la iniciativa, la creatividad, la curiosidad y la pasión, para tomar un riesgo por una causa, para equivocarnos y asumir las consecuencias, para hacer un esfuerzo adicional. Instalados en esta zona gris no podemos ser un candidato diferente, no es desde la zona de confort desde donde nos convertimos en EL candidato.
Me quedan más reflexiones y aportes sobre un tema para mi tan apasionante, como es el de la gestión de nuestra propia carrera. Los invito a compartir conmigo sus experiencias y reflexiones sobre este tema, en este espacio. Todo suma!
Con afecto,
Lorena Alvear S.